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FestiFreak 2020: 15 críticas del festival platense que este año apuesta por una edición online

En esta guía reseñamos 13 títulos de una 16ª edición que ofrece más de 100 films que se pueden ver sin cargo en streaming (aunque los organizadores apelan a un pago voluntario): desde la película de apertura, Anne at 13,000 ft, de Kazik Radwanski, hasta los nuevos trabajos de los también canadienses Guy Maddin (Stump the Guesser) y Denis Côté (Wilcox), pasando por la ganadora del reciente FIDMarseille (Visión nocturna, de la chilena Carolina Moscoso) y varias producciones argentinas que participan en las competencias de cortos y largometrajes.

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Publicada el 08/10/2020

La programación del 16° Edición del Festival Internacional de Cine Independiente de La Plata FestiFreak estará disponible dentro de la Argentina del 9 al 31 de octubre en www.festifreak.com.ar mediante la plataforma Festhome TV. En la mayoría de los casos las películas están disponibles por un par de jornadas y en algunos casos habrá cupos máximos.


-Anne at 13,000 ft (Canadá, Estados Unidos/2019, 75'), de Kazik Radwanski (Película de apertura + Sección Deprisa Deprisa)

Tras su paso por el Festival de Toronto 2019 y el Forum de la Berlinale 2020, se presenta como film inaugural este tercer largometraje de Kazik Radwanski (Tower, How Heavy This Hammer), una película “de personaje” que tiene como principal argumento la imponente actuación de Deragh Campbell, vista en MS Slavic 7 y Never Eat Alone, ambas de Sofia Bohdanowicz.

Campbell es la Anne del título y los 13.000 pies tienen que ver con la altura desde que se lanza en sus clases de paracaidismo. Ese salto al vacío representa y simboliza también su existencia, ya que estamos ante una joven (está cerca de llegar a los 30 años) decididamente border. Inestable, dispersa, por momentos agresiva, casi siempre angustiada, ligada a constantes desbordes, que genera en casi todos los ámbitos (desde su madre hasta algunas compañeras de la guardería en que trabaja) más irritación que compasión.

Radwanski apela a una nerviosa cámara en mano siempre cerca del rostro de su (anti)heroína y ese dispositivo narrativo, si bien permite capturar en toda su naturalidad, dimensión, matices y sutilezas la actuación de Campbell, también puede agotar a más de un espectador. No hay aquí una línea argumental demasiado definida: se trata de un conjunto de viñetas, observaciones, situaciones en las que se intenta desentrañar las contradicciones más íntimas de un personaje perturbado y a su manera perturbador, pero que no deja de tener su empatía (de hecho sonríe casi todo el tiempo).

De un discurso no demasiado logrado en la boda de una amiga y compañera de trabajo a una improbable relación afectiva con Matt (Matt Johnson), Anne es un ser que no sabe, no puede y/o no quiere encajar en las convenciones, rigideces, exigencias y corrección política de la vida moderna. Un personaje a contramano, incómodo e inclasificable para una película decididamente audaz. DIEGO BATLLE



-Stump the Guesser (Canadá/2020, 19') de Guy Maddin, Evan Johnson y Galen Johnson (Sección Freaks)

Hay películas que se presentan como un bálsamo contra la desazón provocada por la ausencia de un presente, un antídoto vehiculado a través de sendos ejercicios de memoria. Pero no una memoria acomodaticia, nostálgica, inmóvil, sino una mirada al pasado tocada por un espíritu crítico, plenamente consciente de las consecuencias estéticas e históricas del ejercicio de remembranza. En ocasiones, como veremos, esta evocación pretérita, que siempre nos termina devolviendo al presente, adquiere una poderosa dimensión política, pero también hay lugar para lo lúdico, para la cabriola temporal con conciencia cinéfila. Lo demuestra la endiablada Stump the Guesser, en la que el canadiense Guy Maddin (autor de joyas camp como The Saddest Music in the World y de fantasías autobiográficas como My Winnipeg) vuelve a asociarse con Evan y Galen Johnson para abrir una psicotrónica compuerta entre el cine soviético de vanguardia y un onirismo de tintes posmodernos.

Inspirada por textos del poeta y escritor soviético Daniil Kharms, considerado un maestro del absurdismo, Stump de Guesser relata, sin orden ni concierto, la odisea de un extraordinario adivinador de circo, llamado X, que pierde su don esotérico en el mismo momento en el que cae prendado de una mujer que resulta ser su hermana. Maddin y los Johnson abordan esta encrucijada melodramática con una irreverencia tan incendiaria como ingenua: en la feria en la que trabaja X, el público puede ganar peluches de Trotski; la chabola en la que vive el protagonista no habría desentonado en La quimera del oro de Chaplin; y los golpes de efecto del relato se solventan con onomatopeyas a toda pantalla que conectan la obra de Serguei Eisenstein con el Batman televisivo de Adam West.

Stump de Guesser convierte el presente en una regurgitación del pasado: el montaje de atracciones soviético se da la mano con las cámaras lentas del cine de Jean Epstein y Jean Vigo, mientras que la idea de mostrar el cerebro de X habitado por un Sísifo que activa-desactiva un engranaje mecánico remite al arranque de Eraserhead de David Lynch. Aunque el giro más afortunado de Stump de Guesser llega con la aparición de un científico que propone resolver el drama incestuoso de X “refutando por completo de la teoría de la herencia”. Aquí resulta inevitable conectar el cometido del científico loco con la voluntad de Maddin de desacralizar la noción del legado artístico.

Para el canadiense, la memoria cinéfila está ahí para ser subvertida, manoseada, socavada. Stump the Gesser transmite una alegría contagiosa gracias a su manera de hibridar un aura primitiva y artesanal (los artilugios mecánicos, las sombras expresionistas) con la parafernalia digital (el 70% de la película se filmó frente a “pantalla verde”). Sin embargo, pese a su estimulante frenesí, cabe apuntar que el nuevo trabajo de Maddin no alcanza la genialidad hiperbólica y descerebrada de su obra maestra sovietófila, The Heart of the World, con la que Stump de Guesser comparte una concepción del cine como maquinaria ilusionista, como fábrica de sueños cinéfilos demenciales. MANU YÁÑEZ





-Apiyemiyekî?
(Brasil, Francia, Países Bajos, Portugal/2019, 27'), de Ana Vaz (Sección Los días revueltos)

Apiyemiyekî?,
de la brasileña Ana Vaz, ganadora del Gran Premio del Festival Punto de Vista de este mismo año, es una película que debería verse en todos los festivales del mundo. Planteada como una impugnación de la historia oficial de Brasil, Apiyemiyekî? (“¿Por qué?”, en el idioma de los indios Waimiri-Atroari) comienza, de forma reveladora, superponiendo dos movimientos. Por un lado, unos planos suntuosos en los que Vaz filma, de abajo a arriba, hasta formar un contrapicado, un imponente monumento de piedra que evoca el abrazo entre dos guerreros, una unión que, erigida en el corazón de Brasilia, se alza como símbolo de la grandeza y hermandad del pueblo brasileño. Sin embargo, sobre esta estampa grandilocuente, la cineasta superpone, en fundido encadenado, una imagen de menor magnitud física pero de mucho mayor poder testimonial: unos dibujos de niños que, filmados de arriba abajo, recrean las formas de vida comunal de las tribus indígenas del Amazonas. Como iremos descubriendo a lo largo del film, estos dibujos son el fruto del trabajo de alfabetización que llevó a cabo el jesuita Egydio Schwade junto a la tribu de los Waimiri-Atroari en los años 1985 y 1986, un tiempo en el que Schwade presenció “la crueldad” del estado brasileño contra la población indígena, que fue desterrada de sus hábitats, cuando no directamente asesinada, para favorecer los intereses de los terratenientes e industriales de San Pablo.

Decidida a combatir el olvido, convencida de la vigencia de la lucha de Schwade en defensa de los derechos de los indígenas, Vaz se plantea dilemas esenciales para el cineasta-historiador: ¿Cómo dar “voz” a los indígenas sin imponer una mirada exterior, foránea? ¿Cómo mostrar el testimonio ilustrado del horror, obra de los niños Waimiri-Atroari, sin convertir los dibujos –de rifles y revólveres, de sierras mecánicas, de aviones que lanzaban napalm, de cuerpos cruzados por flechas– en una exposición obscena de la barbarie, sin caer en el tremendismo y la pornomiseria? Vaz resuelve este desafío desde el pudor y el compromiso, renegando del didáctismo y construyendo una poética fantasmagórica con la que hermanar pasado y presente, a la manera de John Gianvito o Travis Wilkerson.

En Apiyemiyekî?, los fundidos encadenados entre los diferentes dibujos dejan ver sin llegar a subrayar, la observación cercana resaltar ciertos detalles, pero la filmación distanciada expresa un respecto por las atroces vivencias de los niños. A la postre, la fuerza imperecedera de los dibujos estalla en clave contemporánea cuando Vaz superpone las ilustraciones sobre filmaciones actuales, en blanco y negro, de los escenarios naturales que habitaron los Waimiri-Atroari. Así toma forma un imaginario espectral en el que el fluir incesante del río Amazonas actúa como motor de la alocución política. Sobre el río, emergen testimonios de un noble intento de alfabetización, en el que sin embargo aún pervivían las huellas del colonialismo. Sobre el río, imágenes del genocidio indígena. Sobre el río, también, dibujos de peces de colores y bellas ilustraciones infantiles de escenas de caza. Sobre el río, recuerdos persistentes, memoria obstinada, lucha presente. MANU YÁÑEZ



-Reserve (España/2020, 27'), de Gerard Ortín Castellví (Sección Bestiario)

En Reserve, el encuentro entre el ser humano y la naturaleza se presenta bajo un aura armónica que oculta un turbio amasijo de tensiones y contradicciones. El propio título de la pieza alude a un concepto resbaladizo, el de las reservas de fauna salvaje, espacios destinados a la preservación del medio natural pero que al mismo tiempo ponen de manifiesto una cierta arrogancia inherente a la conducta humana, la presunción que nos lleva a someter cualquier realidad a un orden antropocéntrica.

Ortín Castellví explora esta inquietante paradoja mediante un trabajo de carácter fragmentario, aplicado tanto a la estructura del film como a la interacción entre imágenes y sonidos. Un despliegue de rimas y disociaciones que arranca con una pantalla en negro sobre la que se escucha una conversación del propio cineasta con un cazador que describe el funcionamiento de las “trampas de convergencia”: una extensa construcción de muros de piedra que convergen en un foso. Según ha explicado el propio Ortín Castellí, es posible caminar por un bosque durante un largo trecho sin advertir la presencia de estas sigilosas y obsoletas trampas. Lo visible y lo oculto, lo aparente y lo real; dialécticas que actúan como el motor conceptual de Reserve.

En su nueva película, Ortín Castellví regresa a los territorios de su anterior trabajo, Perrolobo (Lycisca), donde se estudiaba la difícil pervivencia de los lobos en los valles del País Vasco. En Reserve, el lobo ocupa un rol central en el discurso del film, aunque nunca llega a aparecer en pantalla. Una llamada telefónica a una empresa norteamericana revela la existencia del negocio global del orín de lobo, con el que se busca espantar de zonas rurales a las presas naturales del animal, como por ejemplo los jabalíes. La insolencia humana para con lo natural aparece aquí revestida por la educada eficiencia del lenguaje comercial, que además se escuda en el supuesto espíritu ecologista del proyecto empresarial.

En todo caso, cabe señalar que Reserve –una obra sensorial que no desprecia el poder de las imágenes para excitar el olfato– se desmarca por completo de lo panfletario para apostar por una articulación indirecta, alusiva, de sus tesis. En las imágenes del film, hallamos a unos tiradores con arco que han sustituido la caza por una práctica de índole deportiva, aunque el disparo a unos avatares de animales construidos con material plástico mantiene vivos viejos rituales. Por su parte, las imágenes más poderosas de Reserve –unas estampas grotescas que remiten al universo buñueliano– están protagonizadas por unos buitres a los que los humanos proveen de cuerpos de animales muertos. Simulacros de caza y de carroñería que perfilan, en el horizonte de este film alérgico al didactismo, interrogantes vinculados a nuestra relación con el mundo natural, marcada por los ecos infranqueables del atavismo y la economía de mercado. MANU YÁÑEZ





Links a 11 críticas publicadas aparte:

Competencia de Largometrajes Argentinos
Those That, at a Distance, Resemble Another, de Jessica Sarah Rinland (61', Reino Unido, Argentina, España/2019) - Foto arriba
De la noche a la mañana, de Manuel Ferrari (88', Argentina-Chile/2019)
La botera, de Sabrina Blanco (75', Argentina, Brasil/2019)
Las poetas visitan a Juana Bignozzi, de Laura Citarella & Mercedes Halfon (90', Argentina/2019)
Minga, de Malala Lekander (61', Argentina/2019)
Caperucita Roja, de Tatiana Mazú González (93', Argentina/2019)

Competencia de Cortometrajes Argentinos
Playback. Ensayo de una despedida, de Agustina Comedi (14', Argentina/2019)

Sección Cero en conducta
Wilcox
, de Denis Côté (66', Canadá/2019)

Sección Los días revueltos
Uppercase Print
, de Radu Jude (128', Rumania/2020)

Sección Cuaderno de notas
Visión nocturna, de Carolina Moscoso (78', Chile/2019)

Sección Bestiario
Space Dogs, de Elsa Kremser y Levin Peter (91', Austria, Alemania/2019)

Sección Freaks
Electric Swan, de Konstantina Kotzamani (40', Francia, Grecia, Argentina/2019)




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